miércoles, 19 de mayo de 2010

Infancia y Juventud


Al, como lo llamaban a Thomas Alva Edison, era un niño enfermizo, de grande ojos azules, cara redonda, y pelo rubio. Su cabeza era tan anormalmente grande que el medico del pueblo llego a diagnosticarle una infección cerebral. Su madre, Nancy, sentía por el una gran preocupación; había tenido que soportar en 1841 la muerte de su hija Carlile, cuando tenia 6 años y poco después las de Samuel y Eliza, cuando solo tenían unos meses. Al era considerado por la vecindad como un niño difícil. Siempre andaba haciendo travesuras encontrándose en aprietos en muchas ocasiones. El granero de su padre fue pasto de las llamas porque encendió una pequeña hoguera (solo para ver que pasaba). El incendio estuvo apunto de extenderse a todo el pueblo; su padre, Sam, a la sazón comerciante de maderas y víveres, le castigo pegándole públicamente en la plaza del mercado.
Siendo ya adulto, Thomas Alva hablaba de su padre casi con devoción, pero en cambio nunca menciono nada positivo de su padre: “Mi padre pensaba que yo era tonto, y yo casi creía que en verdad era un idiota”. A su vez, el padre tampoco dejo duda alguna de que no podía comprender al chico, su constante curiosidad, sus tontas preguntas.
En cierta ocasión, después de que su madre le hubiera explicado como nacen los gansos, desapareció misteriosamente. Tras varias horas de búsqueda, su padre lo encontró en el granero de un vecino: “Estaba acurrucado en un nido que había echo con paja, sentado encima de huevos de ganso y de gallina. ¡Los estaba empollando!”.
Con cinco años, el pequeño Al se interesaba ya por los dibujos y pinturas de su hermano Pitt. Unos bosquejos suyos de los carteles gremiales de la plaza del mercado demuestran su precoz talento artístico. Sin embargo, su curiosidad lo ponía en aprietos una y otra vez. Ademas de en el canal, también se cayo en el embudo de un silo de grano, donde casi pereció asfixiado. Su madre Nancy decía de él que “en general, era un buen chico”, aunque a veces obstinado y terco, y que tuvo que “pegarle en muchas ocasiones y de lo lindo”. Para esos casos su madre tenia siempre en mano una vara de abedul, a la cual, según recordaría Edison años después, “había arrancado la corteza”.

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